miércoles, 30 de enero de 2008

Un nombre a la nada.

No tenía intención de escribir sobre el porqué de "tragedia miscelánica" para designar la dirección de este rinconcito web. No, no había motivo para hacerlo. Hasta que un día, frente a un estante lleno de whiskies cuyos precios no puedo costear, una amiga preguntó sobre esta cuestión que trataré de explicar. Hubiera preferido, sin embargo, no tratar de revelar el significado de la susodicha frase. Me gusta la idea de no tener una explicación concreta para estas palabras; dejarlas sin interpretación fija, sin aire ni luz. De todas formas, hago, pues, un freno a mi instinto "inexplicador" (otra vez las invenciones) y atiendo a la duda.

De esta manera, no me queda más que agradecer a esta amiga por su pregunta, porque -viendo el lado bueno de las cosas- ha impulsado un nuevo accionar de mis dedos y la tinta, pues, como dije en Introducción a la tragedia miscelánica (que, por cierto, me parece ya una lectura abominable y barata), no tengo muchas ideas para plasmar en estos escritos. Sí. Dije tinta, porque antes de escribir en una computadora prefiero gastar un poco de papel. En fin, dejo los rodeos y paso a la cuestión.

Empiezo por lo de miscelánea, que es lo más obvio y menos complejo. Le recuerdo que hablaré de miscelánea en general y no de "miscelánica", ya que esta última es otra de mis espontáneas invenciones. Apelo a la miscelánea porque la idea de este espacio es tratar temas diversos y no encasillarse en algo particular, como podría ser la música, la literatura, etcétera. Miscelánea era una pequeña sección de mi libro de educación primaria que se incluía dentro de la tantas veces aburrida tarea asignada para estropear el infantil fin de semana; dicha miscelánea se constituía, principalmente, de adivinanzas, trabalenguas, chistes, curiosidades y cosas que nos distraen de la clase de la maestra. En ese libro vi por vez primera esta palabra que engloba todo lo que uno pueda imaginar. Es un término muy interesante y ventajoso ya que uno, cobijado en él, puede explayarse en tantas cosas que, a simple vista, no tienen un punto en común o un nexo que los afilie.

Un personaje a quien admiro mucho desde cierta distancia, Marco Aurelio Denegri, trata continuamente en sus programas (injustamente cortos de tiempo) estos espacios de miscelánea y los aborda de una manera excepcional. El señor es, como muchos saben (los que no lo saben, sépanlo), una persona muy culta, seria, de vasto conocimiento en una gran diversidad de temas. Siempre comentando, criticando, analizando, sustentando sobre los temas que toca, Denegri sería así uno de los maestros de la magia de la miscelánea. Por favor, que al lector no se le ocurra pensar que, de alguna forma, me quiero comparar con la talla del intelectual mencionado; pensar en ello es una falta contra las buenas maneras y, más aún, contra la cultura... o contra la contracultura. Una total canallada.

Entonces, para finalizar esta parte, miscelánea atiende a una suerte de tributo tanto a la ventaja que me da el término, al personaje y a mi fugaz infancia escolar. Pero, ¿por qué tragedia?

La significación de tragedia es la de un suceso capaz de suscitar emociones trágicas (RAE). Excluyo su significado como género literario, aunque, de manera lejana, se relacione con lo que acabo de mencionar. Haciendo caso de la tragedia como promovedora de hechos trágicos, hagamos una metáfora o, mejor dicho, la interpretación de esta metáfora. El leer los artículos que iré publicando (aunque publicar se me hace una palabra de más peso significativo) podrían ocasionar una acción en el lector no tanto trágica, sino una acción de repulsa, repugnancia, rechazo. Así veo las cosas, aunque parezca una visión existencialista de segunda. La tragedia, entonces, o la significación que le doy a tragedia, se manifestaría tanto en el lector como en quien escribe. En el lector, al notar que lo que lee es un poco más de basura quedando defraudado; en quien escribe, al notar que lo que escribe es más basura de lo que esperaba. Pero trato de ser positivo e inocentemente pienso que lo que voy escribiendo podría gustarle siquiera a una persona, a un solo habitante de este hipnotizante mundo virtual.

Juntando ambas palabras, traducimos "tragedia miscelánica" como una serie de escritos (artículos o como los quiera llamar) sobre diferentes temas que podrían ocasionar, en quien los lee, repulsa, decepción, incluso asco.

Esa es mi explicación. Como dije al principio, que no sea esta una interpretación fija ni única para la frase que he tratado de explicar. Quizá la explicación de "tragedia miscelánica" no sea más que una simple excusa para escribir algo; quizá haya sido una manera de escapar de los cuestionamientos de Patricia al no tener a mi alcance una respuesta inmediata. Quizá "tragedia miscelánica" haya sido una simple ocurrencia dada en un momento específico, ocurrencias que tenemos todos, ocurrencias que engloban nuestra visión respecto a la vida o a lo que acontece en la rutina diaria.

domingo, 20 de enero de 2008

Introducción a la tragedia miscelánica


Por supuesto que no tengo un tema llamado Tragedia miscelánica; al menos, no se me ocurre algo de tal calibre. Quizá sea motivo para una futura y larga faena contraintelectual.

Escribir es una expresión a la que voy a tener que recurrir para romper obstáculos universitarios y, a su vez, para lidiar con mis demonios de aquí a unos años. Escribir es la forma que sirve como uno de los pilares principales para la expresión del pensamiento humano. He encontrado (pero no practicado) miles de formas de escribir. Pero, ¿escribir en un blog?

Hace un par de semanas, una persona a quien conocí en el "universo del conocimiento" (y a quien de alguna forma podría llamar "amiga temporalmente abstracta") me propuso la idea de empezar a escribir en un blog, idea que surgió tras mi comentario sobre el blog que ella maneja. "No se sienta presionado por mí. Haga su blog si desea; si no, no" fue una de las últimas frases que me dijo acerca del tema. Mi opinión acerca de los blogs no estaba muy definida, pero, en general, no quería tener uno a cargo. ¿Por qué?

A mi parecer, los blogs, así como Hi5, Sónico o demás comunidades virtuales (?), son, de alguna manera, medios para la manifestación de nuestros egos. En estas comunidades virtuales (?) escribimos acerca de nosotros, acerca de nuestros gustos y disgustos e, incluso, se muestran fotografías de la vida personal y social de cada uno; esto último como, creo yo, mayor deseo de mostrarse mediante la red de redes. Admitámoslo: uno se suscribe en estas comunidades virtuales (?) para ensalzar un poco la persona que se es. Muchas veces me he topado con personas que están pendientes de quiénes visitan sus perfiles y cuántos comentarios de fotos reciben diaria o semanalmente. Mientras más comentarios, opiniones y visitas se obtengan, mejor se siente uno, pues ello muestra que nuestra presencia en la red aumenta cada vez más. Obviamente, muchos de aquellos que tenemos como "amigos" ni siquiera saben cómo nos llamamos o, en casos más extremos, si existimos. De cualquier modo, te conozcan o no, el hecho es que ora te agregaron, ora vieron tu perfil, ora vieron tu blog, y eso hace sentir cierto goce de, aunque tonta, popularidad.

Antes de continuar: lo que estoy escribiendo proviene de mi opinión acerca del tema y de ningún modo tiene que ser la prevaleciente sobre las demás. A su criterio está el proseguir con la lectura o abandonarla.

Entonces, considerándolos como manifestaciones enzalsadoras del ego, los blogs se me tornan un tanto repugnantes. Quizá sea por la timidez que se refugia en mí, quizá sea que no tengo sobre qué hablar, quizá sea mi temor a cometer errores ortográficos ante las masas, el hecho es que escribir en un blog no es muy lo mío. Pero lo he meditado unas cuantas veces y, aunque mi opinión siga -si no igual- semejante a la que ya expliqué, decidí, de forma muy extraña, incluírme en la aventura blogiana (disculpen las invenciones léxicas).

Ahora, no sé sobre qué diablos me atreveré a escribir. Sólo sé (me aferro a la antigua tilde en "sólo" de "solamente") que lo que escriba será, en mayor o menor grado, una manifestación del pequeño -o gran, en otros casos- ego que descansa en nuestros interiores. ¡Al diablo, ya estoy suscrito en otra comunidad virtual (?); otra no matará! Sea de cualquier forma, sea usted bienvenido (ja!) a este pequeño rincón de la red. Es libre de dejar los comentarios que se le antojen.