martes, 10 de noviembre de 2009

(*)


Tras unos versos furiosos, escritos más bien por impulsos salvajes o de desquite, decidí salir del campo. Había impotencia (que siempre se hace presente en estas ocasiones), confusión (que siempre se hace presente en estas ocasiones), un poco de odio (que siempre llega tarde en estas ocasiones); cada paso me dolía.

Antes de regresar al cubil, quise ir por unos paleativos. De manera muy vaga, pude ver que fuera del campo unas señoras recolectaban dinero para no sé yo qué causa. Las ignoré, ensimismado en reflexiones acerca de esos versos tan nuevos por fieros y tan no míos. Yo los había escrito, aunque nunca pensé escribir por desfogue. Me había traicionado un poco a mí mismo.

Conseguí lo que quería y me propuse regresar a casa. Pero, casi sin darme cuenta, como movido por un agente externo o (si se quiere) por lo inconsciente, me vi colocando unas monedas en la urna de las señoras que pedían dinero para no sé yo qué causa. En retribución, ellas me pusieron una figurilla en la camisa -indicador de mi colaboración. Me alejé tras quitarme la calcomanía; la tuve en mi mano hasta luego de una cuadra. Prendí mi paleativo, aún pensando en mis anteriores versillos, y entonces vi la figura que todavía guardaba entre mis dedos. Tenía un mensaje. "Dulces son tus palabras".

Me pregunto ahora si este comunicado no fue también maniobra de
aquel viejo que me habló de la fe. Séalo o no, me resulta al menos un contraste que va más allá de lo que me permite la lógica.






(*) Resurrección: Otra vez, se ha ido mi alma.
Puedo volver a escribir.






3 comentarios:

GK dijo...

mi retorno ha de asumirse como mi salida desde el abismo hacia la luz más bella, la que será el mayor regocijo para mi alma

Svidrigailov dijo...

Dante tuvo la suerte de ver esa luz al final de su camino, tuvo la dicha de encontrarse con la divina Beatriz. Yo no he tenido esos privlegios. Atrapada, y exhausta, el alma se fue y me dejó meditando otra vez. Y como esta era una suerte de Virgilo para mí, no tuve otra opción sino la de regresar al valle obscuro -como tal considero este retorno. ¡Cuánto hubiera deseado continuar el camino que lleva desde el abismo hacia la luz! Aquí, en el valle, permaneceré hasta encontrar, por mí mismo, una salida.

GK dijo...

Esta será, pues, mi condena, la que usted ha dictaminado para mí: regresar alguna vez. No sé si podré cumplir con ella, acaso sean más verosímiles otras tragedias.

El alma dice: Dulces son tus palabras.