martes, 23 de febrero de 2010

Historia para matar el tiempo. (Otro cuento breve y extraordinario)


Lo siguiente pudo ser tema de alguna antigua tragedia griega:


"Entre mi colchoneta y la tabla de la cama, había encontrado, en efecto, un viejo pedazo de periódico casi pegado a la tela, amarillento y transparente. Relataba un suceso cuyo comienzo faltaba, pero que debía de haber acontecido en Checoslovaquia. Un hombre había salido de una aldea checa para hacer fortuna. Al cabo de veinticinco años, había regresado, rico, con una mujer y un niño. Su madre regentaba un hotel con su hermana en la aldea natal. Para darles una sorpresa, dejó a su mujer y a su hijo en otro alojamiento y fue al hotel de su madre, que no lo reconoció cuando entró. Por broma, tomó una habitación. Había dejado ver su dinero. Durante la noche, su madre y su hermana lo asesinaron a martillazos para robarle y arrojaron su cuerpo al río. Por la mañana vino la mujer y reveló sin darse cuenta la identidad del viajero. La madre se ahorcó. La hermana se arrojó a un pozo. Debí de leer esta historia miles de veces. Por una parte, era inverosímil. Por otra, era natural. Me parecía, de todos modos, que el viajero lo había merecido un poco y que nunca se debe jugar."

Albert Camus, "El extranjero"









lunes, 15 de febrero de 2010

IV




Je est un autre
A. Rimbaud


Es la tarde y, sin embargo... Es ya tarde; no hay estrellas en el gris de las nubes. Todo está muy quieto, muy callado. Extrañado, me doy cuenta de que guardo todavía un poco de esperanza. ¿Y es realmente esperanza? ¿No es acaso una absurda obstinación para con un imposible? ¿No es acaso una enfermedad, una aberración? No vendrá. No.

Atrás ha quedado mi antiguo andar en el mundo, mi manera de vivir. Atrás quedaron también los pocos que me rodeaban, y la familia restante. Y atrás también quedé yo mismo. ¡Qué increíble me es todo esto! ¿Dónde quedó el intelectual descreído, que tantas veces exaltó su seguridad respecto de lo que era la vida, apreciada con severa objetividad? ¿Dónde el rechazo de los sentimentalismos exacerbados? ¿Dónde mi autosuficiencia, mi extraño solipsismo?

Una mirada puede trastornarlo todo. Una vez, un materialista casi empedernido; ahora, un miserable que sospecha del alma, de su existencia. Porque es el alma aquello que, casi satisfactoriamente, explica el regocijo interno (una sensación que ahora creo va más allá de ciertos procesos físicos y cerebrales) que experimento al recordar mis pocos y breves encuentros con Antonella. ¡Cómo se embelesa mi vida, cómo los objetos emanan un fulgor extraordinario cuando sus ojos se posan sobre los míos y me habla con aquella voz tan suave y armoniosa! ¡Cómo su presencia me significa la superación de toda tragedia! ¡Cómo la amo en esos instantes!

Es ya tarde, tal vez muy tarde.

Antonella no vendrá. No tiene por qué venir. ¿En qué estaba pensando al creer que vendría? ¡Infeliz! ¡Qué débil me siento, cuán patético! Amar a Antonella es casi una maldición que se vive y se sufre con resignación.

¡Qué estúpido es todo esto! ¿Resignación? ¡Cuán no yo soy ahora! Y lo más horrendo es que tal vez ahora sea realmente yo.

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Finalmente entiendo. Finalmente me he encontrado. Ahora debo regresar. Sólo queda esperar en silencio, sin exigir nada. No falta mucho para terminar mi camino, pero cuán lejos me parece estar el fin de todo. Regreso a mis estancias, que ya no lo son; regreso..., ¿a qué? ¿Adónde he de regresar? Todo ha quedado atrás. Aunque desde distancias inconmensurables, es Antonella la única a quien puedo ver frente a mí -su imagen tan bella, tan ideal, tan simple. Sólo ella puede estar entre el final y yo. ¡Qué solo se está en el mundo y qué lento el andar del tiempo!















miércoles, 23 de diciembre de 2009

A Grete, de Jorge Wiesse

Como soy un holgazán y, por ello, no tengo nada propio que escribir aquí, dejo ahora un poema de Jorge Wiesse (quien, por cierto, fue mi profesor hasta hace unas semanas -me siento bastante agradecido e incluso algo afortunado). Tengo la impresión de que los versos que siguen han capturado bastante bien la circunstancia en la que G. Samsa padece su vida nueva. Es notable la aliteración que se utiliza en toda el poema, recurso que nos da un logrado efecto sonoro que recrea con mucha precisión (no sé si con exactitud total) los balbuceos del insecto en sus reflexiones. Me parece un poema bastante logrado, un agradable encuentro con una composición distinta de las que pululan por ahí sin ningún mérito.



A Grete



Du mußt bloß den Gedanken
loszuwerden suchen,
daß es Gregor ist
.

Franz Kafka, Die Verwandlung



Supuro sanies, sanguaza y saliva
Saburrosa --y un siseo sinuoso
Que sale de mi sámago y es zonzo
Socolor, sucia sanguaraña cíclica.

Solo esta soflama, ya sibilina,
Te silbo: Será mi serga ël solo
Serpeo con que el sanedrín silvoso
Me sancionó, y tu seca sevicia.

No, no el sapillo ni los siflomas
Que en soros sarpullen este serpigo
Donde son sentinadas las manzanas:

Tú y tu solicitud me han suprimido;
Tú que, segura, supliste, con sosia
Siniestro, esas mis señas sepultadas.



(Jorge Wiesse. Vigilia de los sentidos. Editorial Laberintos, Lima, 2005. 107 pp.)
















jueves, 10 de diciembre de 2009

XXXVI


Thánatos

En medio del camino de la Vida...
Dijo Dante. Su verso se convierte:
En medio del camino de la Muerte.

Y no hay que aborrecer a la ignorada
Emperatriz y reina de la Nada.
Por ella nuestra tela está tejida,
Y ella en la copa de los sueños vierte
Un contrario nepente: ¡ella no olvida!



Rubén Darío














(Para Darío, la princesa habíase perdido entre las veleidades de su palacio. Su darse cuenta obtuvo el mundo como recompensa y eje de angustia. Los perfumes se evaporaron lentos en la ventisca. Ahora, las hebras que dominan junto al Tiempo.
Tiempo, Darío mío... tan sólo Tiempo!)






lunes, 30 de noviembre de 2009

Últimos apuntes


Sólo ahora, tras la lectura de esas líneas, comprendo la gravedad de la situación en la que estaba Alonso. Nunca me quiso referir con exactitud su hazaña teórica; nunca, porque la supo fútil e incoherente desde un comienzo. ¡Pero cuán ilusionado y obsesionado estaba con sus tentativas! Ya no recuerdo bien aquellos años en que leíame sus versos, que no enseñaba a nadie por pensarlos faltos de comunicabilidad. Alonso era muy oscuro al escribir -pero quien conozca las preocupaciones y angustias que entonces lo acongojaban, podrá valorar la belleza de sus pensamientos y de sus palabras. Todas esas creaciones han desaparecido; no sorprendería que en esta desaparición, Alonso hubiese sido un factor crucial. Cuán desconfiado de sí solía ser.

Ya no lo recuerdo como el tímido poeta ignorado (o que quiso ser ignorado). Sólo tengo la imagen de ese pensador incontrolable, aquél que por culpa de un fugaz momento de supuesta epifanía abondonó su vida en favor de unos postulados que ahora todos conocen por absurdos. Tal vez el resto lo condenó por su pasado creador. Ahora, en estos precisos instantes, bajo la apariencia de un modesto homenaje, es motivo de comidillas intelectuales y sentencias injuriosas.

Sólo he encontrado un pequeño fragmento, tal vez introductorio, de la obra que se propuso realizar, escondido entre los restos de su habitación en Lima y junto a un pequeño tomo de Mallarmé. Lo que escribió es casi incomprensible:


Problemática del ser-persona

La comprensión de la realidad y de su sentido, ha de partir de un conocimiento primario que puede sustentarse desde dos perspectivas. Una, que es metafísica y se refiere al estudio del ser como posibilidad primaria de conocimiento de la realidad y su sentido; otra, que es psicológica y se refiere al ser ya no como ente metafísico, sino como individuo que se interpreta desde el estudio de la personalidad. Sin embargo, ha de reconocerse que entre ambas perspectivas una es más fundamental que la otra, pues el estudio del Ser es un estudio que va hacia un estado puro y trascendental del objeto que se estudia; por su parte, una teoría de la personalidad no puede realizarse como estudio de la pureza del objeto, pues al hablar de una personalidad nos referimos siempre a una personalidad del individuo –es decir, a una personalidad del Ser, a uno de sus modos. Por lo tanto, un estudio de la personalidad, como punto de partida, no nos lleva sino hacia una psicología metafísica o, más bien, a una psicología ontológica –con las salvedades que estos términos puedan suscitar.


No son los términos alambicados ni la semántica caótica los que hacen de este texto algo incomprensible, pues no son estas sentencias meros juegos teóricos ni retóricas filosóficas sin valor. Lo increíble está en el alto grado de verdad, de verdad absoluta, en que, al parecer, Alonso tenía a esta concepción de la realidad. Esa verdad, pensó, valía la pena del sacrificio de todo lo mundano; la especulación se convirtió en un deber casi divino.

Me gustaría no haberlo visto la semana antes de su muerte. Pensé que mi visita terminaría con los remordimientos, que surgieron al sospechar que estaba abandonando a un amigo. La privación del juicio no le permitió reconocerme; a mí, en cambio, no me dejó reconocerlo con inmediatez el estado deplorable de su aspecto, de su cuerpo enfermo (casi tísico), y la mirada perdida en una esquina del techo despostillado. No volví a verlo sino hasta ayer, antes de que lo llevaran al cementerio. Sólo Sonia, su desdichada esposa, quien da gracias a Dios por la desaparición de los trabajos de Alonso; sólo Sonia y yo
estuvimos ahí.







miércoles, 18 de noviembre de 2009

- - -


No es tan difícil ser amable, sólo que provoca angustia. Mira, con el tiempo se logra, duele un poquito -pero sana. Así dicen. Sana. Sarna. ¿Sana la sarna? Maceta de flores, han dicho cerca al hogar, porque Oquendo de Amat cree que el paisaje es verde como el limón y se parece a una pelota de golf. Hay que tomar un poco de deporte y saborear el smog con una pizca de vieja Lima y dulce lima. El Museo de Arte Italiano allende al Centro cívico cuando Valdelomar se quejaba del gordo que le manchaba el paisaje porque las casas del Paseo colón quieren ser Viena. Flaubert, Flaubert. No... Balzac! Otra vez de regreso del poema cuando París cambia al sonido del timbre. Sugiere, pues, amigo. ¿No ves que el limeño cree su criollada como un vals vienés? Somos corte, pues... corte virreinal. Y qué pasó con Lautreamont! Aquí está Adam, el ish sin ishsha. Algo parece París y ahora parece Viena jugando a las cartas con el campo de Marte, cuando el mostrenco pajarito azur sueña paisajes antiarchiultramegaitalianos. Bicicletas que se acostumbran a leer a Rosseau, que se sube en una para pronunciar discursos a los enanos que tienen máquinas de cocer maíz y algodón como máquinas guillotinescas. Cambios de letra que explica bien el muy buen olor. Juego visual del paisaje? Ya opinaste, hosca y agria Rita? He perdido mi olfato, así lo ha querido un González vigía. Martes, perdidas las 12 y 50 del medio mediodía. Semillas tienen que reproducirse más rápido. Dentro de poco me devuelven mis metros en contacto con la naturaleza artificial. Este perro sarnoso que no es visual. Se acaba, se acaba. "¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!" Calderón. Colofón...








martes, 10 de noviembre de 2009

(*)


Tras unos versos furiosos, escritos más bien por impulsos salvajes o de desquite, decidí salir del campo. Había impotencia (que siempre se hace presente en estas ocasiones), confusión (que siempre se hace presente en estas ocasiones), un poco de odio (que siempre llega tarde en estas ocasiones); cada paso me dolía.

Antes de regresar al cubil, quise ir por unos paleativos. De manera muy vaga, pude ver que fuera del campo unas señoras recolectaban dinero para no sé yo qué causa. Las ignoré, ensimismado en reflexiones acerca de esos versos tan nuevos por fieros y tan no míos. Yo los había escrito, aunque nunca pensé escribir por desfogue. Me había traicionado un poco a mí mismo.

Conseguí lo que quería y me propuse regresar a casa. Pero, casi sin darme cuenta, como movido por un agente externo o (si se quiere) por lo inconsciente, me vi colocando unas monedas en la urna de las señoras que pedían dinero para no sé yo qué causa. En retribución, ellas me pusieron una figurilla en la camisa -indicador de mi colaboración. Me alejé tras quitarme la calcomanía; la tuve en mi mano hasta luego de una cuadra. Prendí mi paleativo, aún pensando en mis anteriores versillos, y entonces vi la figura que todavía guardaba entre mis dedos. Tenía un mensaje. "Dulces son tus palabras".

Me pregunto ahora si este comunicado no fue también maniobra de
aquel viejo que me habló de la fe. Séalo o no, me resulta al menos un contraste que va más allá de lo que me permite la lógica.






(*) Resurrección: Otra vez, se ha ido mi alma.
Puedo volver a escribir.